En 2017 decidí reinventarme, salí de una firma líder en España en executive search y fui directa a una escuela de negocios digitales para entender en qué consistía la Transformación digital y cómo se habían transformado los negocios y el contexto empresarial.
En pleno proceso de reinvención y cursando estos programas digitales solía conversar con mis compañeros de aula, la mayoría entre los 40 y 55 años, sobre el futuro profesional. Habitualmente les hacía dos preguntas:
- ¿En que eres bueno?
- ¿Cuál será tu siguiente paso profesional?
El 90% de ellos no sabía responder de forma concreta a ninguna de estas dos preguntas y me di cuenta de que el gran reto en este contexto en transformación es conocerse para enfrentarse a nuevos retos, nuevos proyectos y carreras profesionales diferentes.
Llevo más de 20 años midiendo el talento y confirmando que el perfil de un profesional está compuesto por varias partes:
Unas son más volátiles y se pueden cambiar fácilmente, lo que es una buena noticia. Por ejemplo, se puede dar la vuelta a los miedos y a los pensamientos limitantes que bloquean para alcanzar los objetivos profesionales. También se pueden adquirir y desarrollar competencias nuevas.
Especialmente relevantes son las señaladas por el Foro Económico Mundial para desenvolverse en el nuevo contexto digital: Aprendizaje continuo, innovación, solución de problemas complejos, originalidad, pensamiento analítico, resiliencia o inteligencia emocional.
Sin embargo, hay otra parte del perfil que es mucho más estable. No se nace con ella pero se va formando en los primeros años de vida y se mantiene estable a partir de un momento determinado. En esta parte están las motivaciones, lo que te mueve a actuar, y los valores, que es aquello por lo que eres apreciado. Cambian poco y habitualmente en etapas de nuestra vida, cada 8 ó 10 años.
Por último, cabe destacar los rasgos de personalidad, que son la parte más estable del perfil. A partir de los 18 ó 20 años se mantienen imperturbables.
Conocer los rasgos de personalidad ayuda a ajustar los siguientes pasos profesionales y da pistas, entre otras cosas, de si tenemos más o menos aversión al riesgo, si somos más estratégicos o ejecutores, más líderes o menos, sociables o introvertidos, más o menos reflexivos, etc…
Los motivos y valores, por su parte, ayudan a descubrir el tipo de compañía, cultura organizativa, proyecto o puesto que mejor se adapta a cada perfil. Por ejemplo, si un profesional se desarrollará más en una cultura líquida, de cocreación por proyectos, o más estructurada, con puestos definidos y estándares claros.
Además de averiguar en qué eres bueno profesionalmente teniendo en cuenta tus miedos, pensamientos limitantes, competencias, motivos, valores y rasgos de personalidad, hay que echar un vistazo al mercado y ser realista, para ver las opciones que existen y son alcanzables.
Long life learning
Vivimos en la Era de la Vida de 100 años y las carreras se alargan. La mayoría de los profesionales acabarán trabajando por cuenta propia, incluso más allá de la edad de jubilación, aunque esto no significa que tengan que emprender, especialmente si su aversión al riesgo es alta. Estos profesionales podrán trabajar por su cuenta con otros roles, como profesores, consejeros, asesores de startups o Knowmads.
De cualquier manera, todos los profesionales, especialmente si superan los 45 años, deberían conocer su perfil, saber en qué son buenos, qué demanda el mercado en cada momento e ir preparando sus siguientes pasos profesionales con tiempo para cuando llegue el momento de dejar la cuenta ajena. Si se ha planificado, esta nueva etapa no producirá ningún sobresalto. De lo contrario, primará la dispersión, que es la razón número uno por la que se fracasa en este cambio de carrera profesional.
Mónica Pérez Hurtado